253

19.07.2020

Para la Feria



Doscientos cincuenta y tres fueron los números que cambiaron mi visión sobre los entes que merodean las salidas de emergencias en las noches de verano/botellón de Feria. Es así, que nunca comprendí lo importante que sería ese número, 253. Sí tu madre te dice que te cierres los botones de la camisa, tu lo haces sin rechistar. Pues sí un colega te dice de ir a por una botella y unos hielos, tu vas y le invitas a los vasos de plástico 


Las nubes los días de Feria son más, abrisadas. Esas noches de verano/botellón de Feria atisban un deslumbrante horizonte de sucesos, siendo una dualidad de cronómetro y éxtasis. Desde el momento que llegas en grupo a las escaleras de frío río, congeladas por el mar y las bolsas de hielo, comienza la cuenta atrás, quedan horas para que lo verosímil se vuelva incongruente y que las miradas se vuelvan frames de la película Enter the Void.

Todos son conscientes del poder socialcomunista de las botellonas. Si te falta algo, seguro que otro grupo dentro de tu círculo de amistad tiene ese elemento que necesitas, ya sea tabaco, alcohol, hielos, un canuto o un vaso. A su vez, es un caldo de cultivo perfecto para mostrar el espectro más radical de la sociedad. Mientras que los anarquistas de bandera negra son aquellos que se dedican a tirar hielos hacia sectores de la botellona por el simple hecho de sacarse un sonrisa, los anarcocapitalistas, te quitan la botella, luego dicen que era suya y finalmente te piden un hielo.


Los extremos nunca fueron buenos.


Con formación tortuga Romana protegidos del viento y de la humedad, el sector central izquierdo es siempre la mejor opción dentro del tumulto de personas que crean el ajetreado ecosistema de un botellón. Elegir un buen sitio te permite huirle a los bandos más problemáticos, y es más, si consigues crear un anillo exterior formado por las amistades de tus amistades, primos o conocidos, tienes asegurado protección durante peleas y tabaco gratis.

Un punto a favor es tener conocidos en todas partes, así el enemigo de tu enemigo es tu amigo y por si fuera poco te puede dar alguna calada para hacer que el cronómetro vaya más lento. Esa noche fue incluso más lenta, se paró en el 2:53 de la madrugada y acabó tatuado en mi piel un tiempo después.


Punto y aparte, momentos de desconfianza y desasosiego, pero una botella de agua salva más vidas que los chalecos salvavidas. Vuelta al ruedo.


Me tuve que desabrochar tres botones (lo siento mamá), cuello y mangas, y subirme la cremallera del pantalón. Zapatos embarrados y espalda sudada, todos listos para las casetas. Con el tiempo roto y la ropa descuidada, la última copa es el punto sobre las íes que determina los pasos que podrás dar de forma seguido sin salirte de la acera. Mezclar es malo, hazme caso. Sin embargo el rebujito hace de protector contra las náuseas pero no contra la orina, así que si llevas un traje o un mono, ten cuidado.


Se para el tiempo.


Parece de día pero falta mucho para el amanecer. Menos mal que esto no es una discoteca de Madrid y que aquí no se lleva lo de meter en la copa un poco de sustancia ajena.


Encuentro a mi grupo después de dos horas. Dos horas sin recuerdo cuyo único testimonio son las historias de Instagram y una mancha de pintalabios negro en el cuello de la camisa. Al parecer hice de barman, me subí dónde no debía, me bajaron como me merecía y por eso tengo las rodillas raspadas.


El aire es tan denso que se puede ver, es de color morado rosáceo, cercano a las luces de un videoclip psicodélico. Y tengo dos DNIs en la cartera.


La hora de orinar es tranquilizadora, es un descanso para tomar aire profundo sin que al abrir la boca te echen un chorreón de Jagger. La cola es parecida a la de un loquero. Están los que no se aguantan las ganas y se ponen a mear ahí mismo, los que van al baño a fumar como buenos enganchados, las chicas por supuesto, tienen unas llamadas secretas entre ellas y actúan como ninjas al entrar y salir del baño sin mancharse ni gota.


Los baños sirven también para traspasar las barreras de género, por experiencia los baños de las chicas están más cuidados y es mejor verse con ellas allí. Aunque en esas noches quien no vomita al hacer movimientos bruscos se puede dar con un canto en los dientes. Salir de allí significa levantar los codos pidiendo perdón, y sí hice daño pues aprovecho a pedir perdón también por aquí.


Todo ocurre rápido, un chupito de gratis por conocer a mucha gente, una jarra de agua por los hielos derretidos y de repente silencio. ¿Se ha acabado? Sí, pero no por la hora.


Nos echan. Alguien se ha dedicado a beber tanto que se ha peleado, a puñetazos es poco, ha apuñalado a un chaval. Por lo que sé, el menda se encuentra bien pero el miedo te llena el pecho. Los picolos se llevaron al chico con la navaja y la caseta no dejó entrar a nadie más.

A la playa, cerca del amanecer, las rocas brillan solas.

Me llaman por teléfono, al parecer estuve con un grupo que no era el mío, gajes del oficio.

Nos reunimos. Vemos el mensaje de las 2:53.

Esto es inverosímil pero el humor tiene cabida para entrar en cualquiera recoveco.

Sale el Sol, uno se ha manchado entero de barro y al otro le duele el pie. Al fondo unos bañándose con el frío que hace a las 7:35 de la mañana.

Llegar a casa pero con la satisfacción del trabajo bien hecho. Sol arriba, hamburguesa de euro y a dormir 8 horas.


El mensaje: C3 e


A libre interpretación.


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